La fábula «El lobo con piel de oveja» nos enseña a desconfiar de las apariencias engañosas. Este relato, lleno de sabiduría popular, destaca cómo el disfraz puede ocultar verdaderas intenciones. A lo largo de la historia, el lobo usa su astucia para confundir a las ovejas, lo que lleva a una valiosa moraleja.
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El astuto lobo con piel de oveja en el prado
Había una vez, en las llanuras verdes de un valle lejano, un lobo que siempre había sido conocido por su ingenio. Sin embargo, su habilidad para cazar ya no era la misma que antes. Los animales del bosque habían aprendido a temerle, y cada vez que el lobo se acercaba, todos huían a esconderse. Su estómago, vacío desde hacía varios días, rugía con fuerza.
Un día, mientras caminaba por el prado, encontró una piel de oveja abandonada cerca de un árbol. La oveja que la había dejado atrás seguramente se había despojado de ella mientras cambiaba su pelaje. Una idea brillante cruzó la mente del lobo.
—Si me pongo esta piel, los corderos no sospecharán nada y podré acercarme a ellos —pensó el lobo con malicia.
Rápidamente, se cubrió con la piel de oveja y, con pasos cuidadosos, se acercó al rebaño que pastaba en el prado. Las ovejas y los corderos lo miraron, pero al verlo cubierto con una piel similar a la suya, no se alarmaron. El lobo, ahora disfrazado, se movía entre ellos sin ser detectado.
Al caer la noche, el pastor guió al rebaño de vuelta al corral. El lobo entró con ellos, esperando que la oscuridad fuera su aliada. Dentro del corral, sabía que tendría a su merced a varios corderos cuando todos estuvieran durmiendo.
Mientras el lobo planeaba su próximo movimiento, escuchó un fuerte ruido proveniente de la casa del pastor. El pastor había notado que uno de los corderos parecía más grande de lo habitual. Sospechando que algo no andaba bien, fue al corral con una linterna. Al iluminar al lobo, quien permanecía inmóvil en medio de las ovejas, descubrió el engaño.
—¡Un lobo con piel de oveja! —exclamó el pastor—. ¡Es un impostor!
Sin dudarlo, el pastor atrapó al lobo antes de que pudiera huir, y lo expulsó del corral para siempre. Desde ese día, el lobo aprendió que las mentiras y los engaños no duran mucho.
El lobo con piel de oveja y el astuto perro pastor
En una pequeña aldea rodeada de verdes prados, vivía un lobo astuto que se encontraba en apuros. Los pastores habían reforzado las defensas del corral y el lobo no encontraba manera de obtener su ansiado banquete de corderos. Desesperado por su hambre, se sentó junto a un árbol y comenzó a maquinar un nuevo plan.
—¿Cómo puedo engañar a esas ovejas? Son demasiado confiadas… ¡Ya sé! —se dijo a sí mismo cuando vio que una oveja había dejado su piel enganchada en unas ramas.
Rápidamente, el lobo se puso la piel de oveja y se dirigió hacia el rebaño. A medida que se acercaba, fue recibido con miradas curiosas, pero no sospechosas. El lobo, cubierto con la piel, caminaba entre los corderos y se deleitaba pensando en lo fácil que sería llevarse uno esa misma noche.
Sin embargo, había algo que el lobo no había previsto: el perro pastor de la aldea. Este perro era un guardián astuto y vigilante, y aunque las ovejas no sospecharon nada, el perro inmediatamente sintió que algo no estaba bien.
—Esta oveja tiene un olor diferente, y su forma de caminar es extraña —pensó el perro pastor, manteniéndose cerca del lobo disfrazado.
Cuando el lobo, confiado en su disfraz, se separó un poco del rebaño, el perro pastor lo siguió en silencio. El lobo, creyendo que estaba solo, comenzó a relamerse y a preparar su ataque, pero justo en ese momento, el perro saltó sobre él, tirándole la piel de oveja y dejando al descubierto su verdadera naturaleza.
—¡Un lobo! —ladró el perro, alertando al pastor que rápidamente corrió al corral.
El lobo, asustado por el valiente perro y por la llegada del pastor, huyó rápidamente al bosque. Desde ese día, el lobo no volvió a intentar engañar al rebaño, sabiendo que el perro pastor siempre estaría allí para proteger a las ovejas.
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El lobo con piel de oveja y el cordero confiado
En una ladera llena de pastos verdes, un cordero joven y curioso solía pastar junto a su rebaño. Era conocido por su naturaleza confiada, siempre dispuesto a explorar y hacer nuevos amigos. Un día, mientras el cordero caminaba cerca del borde del bosque, un lobo astuto lo observó desde las sombras.
El lobo, hambriento y desesperado, vio en el cordero la oportunidad perfecta para saciar su apetito. Sin embargo, sabía que si se lanzaba al ataque, el cordero huiría rápidamente hacia el rebaño y lo perdería. Pensó entonces en un plan más sutil.
Cerca del bosque, el lobo encontró una piel de oveja colgada en una rama, la cual alguna oveja había dejado atrás. Decidió ponérsela, creyendo que con ese disfraz podría engañar al cordero y acercarse lo suficiente para atraparlo.
Cubierto con la piel de oveja, el lobo se acercó al cordero con pasos cautelosos. El cordero, al verlo, no sospechó nada y, creyendo que era otra oveja, lo saludó amablemente.
—Hola, ¿eres nueva en el rebaño? No te había visto antes —dijo el cordero.
El lobo, disimulando su voz, respondió suavemente:
—Sí, me he unido al rebaño hace poco. ¿Por qué no vienes conmigo a conocer un lugar secreto donde el pasto es más verde y sabroso?
El cordero, emocionado por la idea de encontrar un nuevo lugar para pastar, aceptó la oferta sin pensarlo. Juntos caminaron hacia el borde del bosque, donde el lobo planeaba atacar.
Sin embargo, justo cuando estaban a punto de entrar en el bosque, el viento sopló con fuerza y la piel de oveja se deslizó del cuerpo del lobo, revelando su verdadera naturaleza. El cordero, al ver al lobo, gritó de inmediato y corrió de vuelta hacia el rebaño.
El lobo, frustrado por la pérdida de su disfraz, se quedó solo y hambriento una vez más. Mientras tanto, el cordero aprendió una valiosa lección sobre confiar ciegamente en los extraños.
El lobo con piel de oveja y la lección del granjero
En un pueblo tranquilo, donde las colinas verdes se extendían hasta donde alcanzaba la vista, vivía un granjero que cuidaba con esmero a su rebaño de ovejas. El granjero era muy querido en el pueblo, ya que siempre compartía la lana y la leche de sus ovejas con sus vecinos.
Pero en el bosque cercano vivía un lobo astuto que había pasado días observando las rutinas del granjero. Sabía que el corral de las ovejas era seguro, con una valla alta y un perro guardián alerta. Sin embargo, el lobo ideó un plan para burlar las defensas.
Un día, el lobo encontró una piel de oveja colgada en la cerca del corral, probablemente dejada allí por descuido del granjero. Sin perder tiempo, el lobo se cubrió con la piel y se acercó al corral, caminando con pasos lentos y cautelosos para no levantar sospechas.
El perro guardián, que estaba acostumbrado a ver a las ovejas entrar y salir del corral, no se dio cuenta de que una de ellas era, en realidad, un lobo disfrazado. Con total confianza, el lobo pasó por la puerta abierta y se mezcló con las ovejas.
Dentro del corral, el lobo esperaba la noche para llevar a cabo su plan. Pero lo que no sabía era que el granjero, un hombre sabio y observador, había notado algo extraño. Había una oveja que parecía más grande y que no se comportaba como las demás.
El granjero, sospechando del lobo, decidió actuar. Esa misma noche, mientras el lobo se preparaba para atacar, el granjero y su perro guardián lo sorprendieron. El granjero tiró de la piel de oveja, revelando al impostor, y lo expulsó del corral.
El lobo, avergonzado y derrotado, juró no volver a intentar engañar a las ovejas del granjero. Y desde entonces, el granjero reforzó aún más su vigilancia, sabiendo que los engaños siempre pueden estar al acecho.
El lobo con piel de oveja y el anciano sabio
En lo profundo de una pradera llena de vida, vivía un lobo astuto que llevaba tiempo observando a las ovejas de un rebaño cercano. Día tras día, las ovejas pastaban tranquilamente bajo el cuidado de un anciano pastor que nunca las dejaba solas. El lobo, incapaz de acercarse sin ser visto, ideaba maneras de cazar sin despertar sospechas.
Un día, mientras el lobo merodeaba por el bosque, encontró una piel de oveja tirada cerca de un roble. Pensó que su oportunidad había llegado.
—Con esta piel de oveja, podré infiltrarme en el rebaño sin que el pastor ni las ovejas sospechen nada —dijo con una sonrisa maliciosa.
Cubierto con la piel, el lobo se dirigió al rebaño, caminando lentamente entre las ovejas. Ninguna de ellas sospechó nada, y el lobo pensó que su plan estaba funcionando a la perfección. El pastor, que estaba sentado en una roca, lo observó de lejos, aparentemente sin notar el engaño.
El día transcurrió y el lobo esperó pacientemente la noche para atacar. Cuando el sol comenzó a ocultarse, el lobo se alejó un poco del grupo, listo para escoger a su víctima.
Sin embargo, el anciano pastor se acercó justo en ese momento, caminando despacio con su bastón. Sin mirarlo directamente, el pastor dijo en voz alta:
—No importa cuántas veces te cubras con la piel de oveja, siempre serás un lobo. Y aunque engañes a las ovejas, no puedes engañar a quien ha vivido lo suficiente para conocer todos los trucos.
Sorprendido y asustado, el lobo no entendía cómo el pastor había descubierto su engaño. El anciano, con una sonrisa, le señaló el viento que movía suavemente la piel y dejaba al descubierto parte de su pelaje gris.
—El tiempo y la sabiduría son los verdaderos guardianes de este rebaño —añadió el pastor.
El lobo, sintiéndose derrotado, escapó del lugar, comprendiendo que la astucia no era suficiente para superar la experiencia de los más sabios.
El lobo con piel de oveja y el rebaño desconfiado
En una colina verde y soleada, vivía un pequeño rebaño de ovejas que había aprendido a ser precavido con los peligros del bosque. Las ovejas sabían que los lobos siempre rondaban, buscando cualquier oportunidad para atacar. Por eso, siempre estaban alertas y no confiaban fácilmente en lo desconocido.
Un día, un lobo astuto que las observaba desde lejos decidió disfrazarse con una piel de oveja que había encontrado cerca de un río. Pensó que si lograba infiltrarse en el rebaño, las ovejas lo aceptarían y podría atacarlas cuando menos lo esperaran.
—Si me ven como una de ellas, no tendrán miedo y podré acercarme —pensó el lobo, con su plan bien armado.
Cubierto con la piel de oveja, se acercó al rebaño. Las ovejas, al verlo de lejos, se extrañaron por su presencia. Aunque parecía ser una oveja, algo en su andar y en su mirada las hacía dudar. Decidieron mantener la distancia y observarlo con atención.
El lobo, al notar que las ovejas no se le acercaban, empezó a impacientarse. Intentó caminar con más calma, imitando el comportamiento de una verdadera oveja. Sin embargo, el rebaño, aún desconfiado, seguía manteniéndose alejado.
Finalmente, una de las ovejas más ancianas habló:
—Algo no está bien con esta «nueva oveja». No se comporta como nosotras, y su andar es extraño. Creo que debemos mantenernos alerta.
Las ovejas decidieron reunirse más cerca del pastor, quien también observaba desde lejos. Al ver la reacción del rebaño, el lobo comprendió que su plan no funcionaría como esperaba. Aunque estaba disfrazado, no podía cambiar su naturaleza, y las ovejas habían percibido algo fuera de lugar.
Enfurecido y frustrado, el lobo abandonó el disfraz y huyó hacia el bosque, reconociendo que, aunque podía ocultar su apariencia, no podía engañar la sabiduría y el instinto del rebaño.
El lobo con piel de oveja y la astuta cabra
En lo alto de una montaña rocosa vivía un lobo astuto que, cansado de fallar en sus intentos de cazar, decidió que necesitaba un nuevo plan. Había observado que en el valle, las ovejas siempre eran cuidadas de cerca por un perro pastor y no había forma de acercarse sin ser descubierto. Pero un día, al bajar al río, el lobo encontró una piel de oveja que una cabra había dejado mientras pastaba cerca del agua.
—Esta es mi oportunidad —pensó el lobo con una sonrisa—. Si me cubro con esta piel, podré infiltrarme en el rebaño y finalmente conseguir lo que quiero.
Con la piel de oveja sobre su espalda, el lobo bajó al valle y caminó hacia el rebaño. Las ovejas no sospecharon nada, pues el lobo se movía despacio y mantenía su cabeza baja. El perro pastor, aunque desconfiado, no detectó ningún peligro inmediato y dejó que el rebaño continuara pastando.
Sin embargo, entre las ovejas, había una cabra vieja y sabia que siempre se mantenía al margen. Ella había visto al lobo antes y no tardó en notar que algo no estaba bien.
—¿Quién es esta oveja que nunca he visto antes? Su andar es torpe y su olor no es el de una oveja —murmuró la cabra.
Decidida a descubrir la verdad, la cabra se acercó al lobo disfrazado y lo miró de cerca. El lobo, intentando parecer calmado, bajó aún más la cabeza.
—¿Eres nueva en el rebaño? —preguntó la cabra con tono amable, pero astuto.
—Sí, me uní hace poco —respondió el lobo, tratando de imitar la voz de una oveja.
La cabra, con una sonrisa astuta, exclamó en voz alta:
—¡Oh, qué alivio! Porque hay un lobo por aquí que ha estado rondando, pero seguro que tú lo habrías visto.
El lobo, atrapado en su propio engaño, titubeó. La cabra entonces soltó una carcajada y gritó al perro pastor.
—¡Este no es una oveja! ¡Es un lobo disfrazado!
El perro corrió hacia el lobo y le quitó la piel de oveja, revelando su verdadera identidad. Atrapado, el lobo huyó rápidamente hacia las montañas, dejando atrás su engaño.
El lobo con piel de oveja y el cordero valiente
En una tranquila pradera, un joven cordero llamado Tito era conocido por su valentía. Aunque todos los demás corderos del rebaño eran cautelosos y siempre dependían del pastor y su perro para protegerse, Tito siempre estaba atento y curioso por el mundo que lo rodeaba.
Un día, mientras Tito exploraba la pradera, vio a lo lejos una oveja que nunca antes había visto. Esta oveja caminaba de manera extraña y parecía estar demasiado interesada en el rebaño.
—¿Quién es esa oveja? —se preguntó Tito, mientras la observaba desde la distancia.
Lo que Tito no sabía era que aquella «oveja» era en realidad un lobo disfrazado con una piel de oveja, buscando una oportunidad para atacar.
El lobo, confiado en su disfraz, se acercó al rebaño, pero no se dio cuenta de que Tito lo estaba observando con atención. A medida que el lobo se acercaba, Tito empezó a notar algo extraño: la oveja era demasiado grande y su manera de caminar no era natural.
En lugar de huir o esconderse, Tito decidió actuar. Se acercó con valentía a la oveja sospechosa y le dijo:
—Nunca te había visto antes. ¿De dónde vienes?
El lobo, sorprendido por la audacia del cordero, intentó imitar la voz de una oveja.
—Vengo de un rebaño cercano —mintió.
Tito, que ya estaba convencido de que algo no estaba bien, respondió con rapidez:
—Es extraño, porque el pastor nunca ha mencionado que viniera una oveja nueva. ¿Por qué no te quitas la piel y nos muestras quién eres en realidad?
El lobo, sin saber qué hacer, titubeó. Tito, viendo que su plan había funcionado, corrió hacia el perro pastor y alertó a todo el rebaño.
El lobo, al ver que había sido descubierto, dejó caer su piel de oveja y huyó despavorido, mientras las ovejas lo veían desaparecer en la distancia.
Desde ese día, Tito fue celebrado como el cordero más valiente del rebaño, y todos aprendieron que, a veces, la valentía y la atención al detalle pueden salvar el día.
Esperamos que hayan disfrutado de las diferentes versiones de la fábula «El lobo con piel de oveja» que hemos compartido. Cada relato ofrece una perspectiva única sobre las apariencias engañosas y la astucia. Gracias por acompañarnos en este recorrido por una de las fábulas más relevantes y con profundas moralejas.