¿Te has preguntado alguna vez qué se esconde detrás de una sonrisa terrorífica? En este cuento te sumergirás en un relato inquietante donde las sonrisas ocultan más de lo que aparentan. Acompáñanos a descubrir fábulas de terror con moraleja que te harán reflexionar y estremecerte.
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La Sonrisa Terrorífica
En un pequeño pueblo rodeado de montañas, había un lugar que los niños evitaban a toda costa. Se trataba de la vieja casa de la señora Margarita, una anciana que vivía sola desde hacía muchos años. Su jardín estaba lleno de maleza, sus ventanas siempre cerradas y las historias sobre ella eran tan oscuras como la noche más fría.
Lo más aterrador de todo era su sonrisa. Algunos niños decían haberla visto asomarse por la ventana, siempre con esa sonrisa torcida y escalofriante, que les causaba pesadillas durante semanas. A lo largo de los años, esa sonrisa se convirtió en una leyenda, la «Sonrisa Terrorífica». Nadie quería acercarse a su casa, pues decían que quien mirara su sonrisa quedaría atrapado en una pesadilla eterna.
Un día, tres amigos decidieron resolver el misterio. Juan, Sara y Pedro eran niños valientes y curiosos. Aunque habían oído todas las historias sobre la señora Margarita, ninguno de ellos creía que una simple sonrisa pudiera ser tan aterradora. Se reunieron en el parque del pueblo, armados con linternas y una mochila llena de bocadillos. Su misión era acercarse a la casa de la señora Margarita al caer la tarde y descubrir si la «Sonrisa Terrorífica» era real.
—No puede ser tan malo —dijo Juan, el más atrevido de los tres—. Tal vez la señora Margarita solo está sola y se ve un poco extraña.
—Exacto —añadió Sara—, todo el mundo exagera. La gente siempre inventa cosas sobre las personas mayores.
Pedro, aunque no estaba tan seguro, siguió a sus amigos. Quería ser valiente como ellos, pero no podía ignorar el escalofrío que recorría su espalda al pensar en esa sonrisa.
Cuando el sol empezó a ponerse y el cielo adquirió tonos anaranjados, los tres amigos llegaron a la entrada de la casa. La verja estaba oxidada y chirriaba al moverse. El jardín estaba lleno de hierba alta y flores marchitas, y la casa en sí parecía aún más oscura de lo que imaginaban.
—¿Están listos? —preguntó Juan con una mezcla de emoción y nervios.
—Listos —respondieron Sara y Pedro, aunque el temblor en la voz de Pedro lo traicionaba.
Con pasos cautelosos, cruzaron el jardín y se acercaron a la puerta. Sara, la más educada, tocó suavemente, pero no hubo respuesta. El silencio era ensordecedor, roto solo por el crujir de las ramas bajo sus pies.
—Creo que no está en casa —dijo Pedro, esperando que sus amigos decidieran irse.
Pero justo cuando pensaban darse la vuelta, la puerta se abrió lentamente con un chirrido largo y aterrador. Los tres amigos se quedaron inmóviles, mirando la oscuridad que se extendía ante ellos. Y entonces, lo vieron.
En lo alto de las escaleras, asomándose desde la penumbra, estaba la señora Margarita. Su figura era delgada, casi un esqueleto cubierto de piel. Pero lo más notable era su sonrisa, una sonrisa que no tenía nada de amable ni acogedora. Era ancha, demasiado ancha, y sus ojos, aunque viejos, brillaban con una intensidad escalofriante.
—Bienvenidos, niños —dijo con una voz áspera, mientras su sonrisa se extendía aún más.
Los tres amigos dieron un paso atrás, pero antes de que pudieran reaccionar, la señora Margarita comenzó a bajar lentamente las escaleras.
—¡Lo sabíamos! —gritó Pedro—. ¡Es la Sonrisa Terrorífica!
—¿A dónde creen que van? —preguntó la anciana, aún sonriendo, mientras daba pasos pesados pero constantes hacia ellos.
Juan, Sara y Pedro se quedaron paralizados por unos segundos, hasta que Juan recuperó el control.
—¡Corran! —gritó.
Los tres salieron disparados hacia la puerta, pero cuando intentaron abrirla, esta no se movió. Era como si la casa misma los estuviera atrapando.
—No pueden irse ahora —dijo la señora Margarita con voz burlona—. Apenas acabamos de empezar.
Los niños estaban aterrados. Pero entonces Sara, que era la más observadora, notó algo extraño. Los ojos de la señora Margarita, aunque brillaban con una luz extraña, no parecían malvados. Y esa sonrisa, aunque aterradora, no parecía querer hacerles daño. Algo no cuadraba.
—Esperen —dijo Sara, bloqueando el camino de Juan y Pedro—. No creo que quiera hacernos daño.
Juan y Pedro la miraron incrédulos.
—¿Estás loca? ¡Mira esa sonrisa! —gritó Pedro.
Pero Sara se adelantó un paso, aún temblando, y levantó la voz.
—¿Por qué estás sonriendo así? —le preguntó a la anciana.
La señora Margarita se detuvo en seco, y por primera vez, su sonrisa empezó a desvanecerse. Un destello de tristeza cruzó sus ojos.
—¿Mi sonrisa? —susurró la anciana, llevándose la mano a la boca—. ¿Es eso lo que les da miedo?
Sara asintió, aunque ya no estaba tan asustada.
—Todo el pueblo dice que tu sonrisa es terrorífica —dijo—. Creen que quieres asustarnos.
La anciana suspiró y se dejó caer en una vieja silla junto a las escaleras.
—Oh, niños —dijo con una voz quebrada—, no era mi intención. Perdí a mi familia hace muchos años, y desde entonces, esta sonrisa es lo único que me queda. Es una sonrisa que uso para ocultar mi tristeza. No quiero asustar a nadie, pero parece que mi rostro se ha quedado congelado en esta expresión extraña.
Los tres amigos se miraron, sorprendidos por la revelación. La señora Margarita no era una bruja ni una criatura maligna, sino una mujer solitaria, prisionera de su propia tristeza.
—Lo sentimos —dijo Juan, dando un paso adelante—. No sabíamos que te sentías así.
La anciana los miró con ternura y asintió.
—Lo sé. Nadie viene a visitarme. Todos me tienen miedo. Pero al final, no hay nada más aterrador que la soledad.
Después de un rato, los niños y la señora Margarita hablaron más. Descubrieron que era amable y tenía muchas historias interesantes sobre el pueblo. Antes de irse, prometieron visitarla más a menudo. Y poco a poco, la Sonrisa Terrorífica desapareció de su rostro, dejando una sonrisa genuina, cálida y feliz.
Desde ese día, la casa de la señora Margarita dejó de ser un lugar de miedo. Los niños del pueblo, liderados por Juan, Sara y Pedro, la visitaban con frecuencia, llenando su vida de compañía y risas. La leyenda de la «Sonrisa Terrorífica» fue reemplazada por la historia de una amistad inesperada y el poder de la comprensión.
Fin.
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Esperamos que este relato te haya dejado pensando en lo que realmente significa una sonrisa de fábula. Las historias que esconden enseñanzas a través del miedo tienen un impacto duradero. No dudes en seguir explorando más fábulas de terror que despierten tus emociones más profundas.