Un cuento de Suspenso Corto

Sumérgete en un cuento de suspenso corto que te mantendrá al borde de tu asiento. En este relato lleno de tensión, cada palabra te llevará más cerca de un final inesperado. Prepárate para sentir la adrenalina mientras descubres el misterio que se oculta tras cada giro.

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El eco en la cabaña vacía

En lo más profundo de un bosque antiguo, rodeado de árboles altos y un silencio que parecía eterno, se encontraba una cabaña abandonada. Los habitantes del pueblo cercano hablaban de ella en susurros, advirtiendo a los viajeros que no se acercaran. Se decía que cualquiera que pasara una noche allí nunca volvía a ser el mismo. Algunos contaban que se escuchaban ecos en la noche, como voces que llamaban desde el más allá.

Una tarde nublada de otoño, un joven llamado Marcos, aventurero y escéptico, decidió desafiar las supersticiones del pueblo. Estaba convencido de que no había nada más que una cabaña vacía, y quería demostrarlo a los demás. Sin decir nada a sus amigos, tomó su mochila y emprendió el camino hacia el bosque.

El aire fresco del atardecer lo acompañaba mientras cruzaba los caminos de tierra. A medida que avanzaba, los árboles se volvían más densos, y la luz del sol comenzaba a desaparecer tras las nubes grises. Después de varias horas de caminata, Marcos llegó a la cabaña. Era más grande de lo que había imaginado, con paredes de madera ennegrecida por el tiempo y ventanas rotas que parecían ojos vacíos observándolo.

Con una sonrisa confiada, empujó la puerta, que crujió bajo su peso. El interior estaba oscuro y frío, pero Marcos no se dejó intimidar. Encendió su linterna y comenzó a explorar. Las habitaciones estaban vacías, cubiertas de polvo y telarañas. No había señales de vida ni nada que indicara que alguien hubiera estado allí en años.

Se instaló en una de las habitaciones y encendió una fogata improvisada para calentarse. La noche cayó rápidamente, y el bosque se sumió en un silencio profundo. Mientras el fuego crepitaba, Marcos se relajó, convencido de que las historias sobre la cabaña no eran más que leyendas. Pero entonces, escuchó algo.

Un susurro.

Al principio pensó que era el viento que se colaba por las grietas de las paredes, pero el sonido era demasiado claro, demasiado cercano. Apagó la linterna y aguzó el oído. El susurro se repitió, esta vez más fuerte, como si alguien estuviera hablando justo detrás de él. Se giró rápidamente, pero no había nadie. Solo la oscuridad.

Inquieto, decidió investigar. Con la linterna en la mano, recorrió la cabaña, pero no encontró nada fuera de lugar. Volvió a sentarse, tratando de convencerse de que era su imaginación. Sin embargo, el susurro no cesaba. Era como un eco distante, una voz que intentaba comunicarse. Marcos, más curioso que asustado, decidió buscar el origen del sonido.

Al recorrer la cabaña, llegó a una pequeña puerta de madera en la parte trasera de la casa que no había notado antes. Era vieja y estaba cerrada con una cadena oxidada. Sin dudarlo, la rompió con una piedra y abrió la puerta. Dentro, había una escalera que descendía hacia un sótano oscuro.

El susurro se hizo más fuerte.

A pesar de la creciente sensación de inquietud, Marcos bajó las escaleras. El aire se volvía más frío con cada paso que daba, y la oscuridad se volvía más densa. Al llegar al fondo, su linterna iluminó una pequeña habitación de piedra. Las paredes estaban cubiertas de símbolos extraños, grabados en la roca, y en el centro de la habitación había un viejo espejo.

El espejo era grande, con un marco dorado que contrastaba con el resto de la habitación. Al acercarse, Marcos notó algo extraño en el reflejo: no era él mismo quien aparecía en el cristal. En lugar de su reflejo, vio la imagen de una figura oscura de pie detrás de él.

Se dio la vuelta rápidamente, pero no había nadie. Al mirar de nuevo al espejo, la figura seguía allí, inmóvil, observándolo desde el otro lado. Un escalofrío recorrió su espalda. De repente, el susurro se convirtió en un grito desgarrador que llenó la habitación. El espejo comenzó a temblar, como si algo estuviera intentando salir de él.

Marcos, aterrorizado, retrocedió, pero el grito se hacía cada vez más fuerte, reverberando en su mente. Sintió que el aire se volvía más pesado, como si una fuerza invisible lo estuviera arrastrando hacia el espejo. Intentó correr, pero sus piernas no respondían. El espejo, que antes reflejaba una figura oscura, ahora mostraba su propio rostro, pero distorsionado, con una expresión de pánico.

Con un último esfuerzo, Marcos logró liberarse del espejo y correr hacia las escaleras. Subió rápidamente, sin mirar atrás, mientras el grito se desvanecía lentamente en el eco del sótano. Al llegar a la planta superior, cerró la puerta detrás de él y la bloqueó con todo lo que encontró a su alrededor.

El silencio volvió a llenar la cabaña, pero Marcos ya no sentía alivio. Sabía que no estaba solo. Las sombras en las esquinas parecían moverse, y el susurro aún resonaba en sus oídos. Se dio cuenta de que las leyendas eran ciertas, y que algo mucho más oscuro habitaba esa cabaña.

Decidido a no pasar ni un segundo más allí, corrió hacia la puerta principal. Pero antes de que pudiera abrirla, un fuerte golpe resonó en las paredes, como si algo gigante hubiera chocado contra la cabaña. El suelo tembló bajo sus pies, y las ventanas estallaron en mil pedazos, dejando entrar un viento helado.

Entonces, lo vio. La figura oscura del espejo estaba ahora en la sala principal, observándolo con ojos vacíos. La sombra avanzó lentamente hacia él, y cada paso que daba parecía absorber la luz de la linterna. Marcos, paralizado por el terror, no podía moverse. Sabía que su tiempo se estaba acabando.

La figura se detuvo frente a él, y por primera vez, Marcos escuchó su voz claramente.

—Nunca debiste venir.

Con un movimiento rápido, la sombra lo tocó, y todo se volvió oscuro. Cuando Marcos despertó, estaba tirado en el suelo de la cabaña, el sol brillaba tímidamente a través de las ventanas rotas, y todo parecía volver a la normalidad. Sin embargo, algo había cambiado. Sentía una presencia dentro de él, una oscuridad que no podía explicar.

Salió de la cabaña sin mirar atrás, pero sabía que ya no era el mismo. Aunque el bosque lo rodeaba con su calma habitual, en su mente seguía escuchando el susurro, recordándole que había despertado algo que nunca debía haber sido perturbado.

Fin.

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Esperamos que este cuento de suspenso corto te haya mantenido intrigado hasta el final. El suspenso es un recordatorio de que lo inesperado siempre está a la vuelta de la esquina. Gracias por leer y por acompañarnos en este emocionante viaje lleno de misterio.